Beso de Papel
Ella apareció de la nada, porque así era siempre: impredecible. Recuerdo que estaba hermosa. No, estaba aún más hermosa, exactamente así. Llevaba en las manos su libro favorito y aunque no lo creas esto fue lo primero que me interesó. Yo entré al lugar por impulso y le dirigí una pequeña mirada. Por fortuna ese día yo estaba guapísimo y se notaba que iba al gimnasio. Pero ella no me vio, solo se sentó a leer. Me quede en la silla desocupada que estaba a su lado. Se veía muy linda mientras leía. Dispuesto a conquistarla conseguí flores, dulces y regalos. Pero seguía sin prestarme atención. Entonces hice lo que cualquiera hubiera hecho en mi lugar, saqué mi propio libro y comencé a leer. Así desperté su curiosidad por primera vez. Me sonrió y le devolví la sonrisa más auténtica que se ha escapado de mis labios. Pedimos té y un postre para compartir. Me habló con amor del libro que estaba leyendo y me perdí en sus ojos cuando le conté que mi sueño era ser escritor. Nos fuimos acercando poco a poco y cuando nuestras narices casi se rozaban, la besé. Temí que desapareciera cuando lo hice porque su beso era suave como la brisa. Pero cuando abrí los ojos seguía justo ahí. Hubiera hecho lo que sea para alargar ese instante hasta el infinito.
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